Categorías: CÉSAR MIGUEL RONDÓN

DEL “HOMO SOVIETICUS” AL TOTALITARISMO DE PUTIN

FA/CMR

Para entender lo que ocurre en Rusia, hay que acudir a quiénes han estudiado su evolución como sociedad, su historia y cómo se conecta con su presente.

Escribe Andréi Kolesnikov, miembro principal del Carnegie Endowment for International Peace, que en Rusia se está pasando del autoritarismo al totalitarismo híbrido. Dice: “Un número significativo de los rusos que apoyan la “operación militar especial” de Vladimir Putin en Ucrania se niegan con vehemencia a escuchar cualquier argumento que desafíe su visión ciega del mundo. Este es un signo de una sociedad que ya no es autoritaria, sino en parte totalitaria, y acepta la posición del Estado como propia… Ahora, tras la evisceración de la sociedad civil y la vida cívica en general, incluidos los medios independientes, y tras la “operación especial”—sin precedentes en sus consecuencias negativas—hay elementos de totalitarismo en el sistema autoritario de Putin que ya no pueden ser ignorados.

Antes ya  lo había analizado como tendencia,  la periodista ruso-estadounidense Masha Gessen en su libroEl futuro es historia”, publicado en el 2017, donde narra el brutal retorno de Rusia al totalitarismo, después de los años de Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin, a través de la vida de siete ciudadanos.En su ensayo Gessen explica el ascenso de Putin en el 2000 como la reactivación de unas corrientes que nunca perdieron el poder del todo, y que volvieron con determinación, representadas  en Putin.

Así pues sostenía Gessen, la responsabilidad era del Kremlin y su hijo, el “Homo sovieticus”: «El sistema lo había creado a lo largo de décadas al premiar la obediencia, la conformidad y la sumisión«. 

Así fue pues cómo tras  la crisis financiera de 1998, con la amenaza del caos del delito, y la pobreza, el “Homo sovieticus” se cobijó bajo los brazos de Putin

Andréi Kolesnikov sostiene que Los ciudadanos rusos se la han pasado perdiendo derechos y libertades durante casi dos décadas. En 2012 el gobierno de Putin metió mano dura, hecha y derecha, en la política…El país fue a la guerra contra el enemigo interno y contra sus vecinos. En 2008 Rusia invadió Georgia y en 2014 atacó Ucrania, y anexó grandes territorios. También ha estado librando una guerra de información contra la democracia occidental como concepto y como realidad” 

El sociólogo Lev Gudkov, ya había definido antes de la invasión a Ucrania conceptualizada como “operación especial” el sistema ruso era un “totalitarismo recurrente”. Se regeneraron los elementos totalitarios que se habían puesto en pausa bajo el modelo de gobierno de Boris Yeltsin, que lo que le ha sucedido a Rusia como resultado de los veintidós años de gobierno de Putin podría denominarse “neo-totalitarismo”. 

Sin embargo, Kolesnikov propone el término “totalitarismo híbrido” para describir el régimen y, citando al sociólogo y filósofo, germano-británico, Ralf Dahrendorf,  advierte que “El asentimiento silencioso de la mayoría es uno de los signos clave del autoritarismo…Aquellos que permanecen juntos en silencio actúan de acuerdo con una especie de contrato social no escrito: el gobierno brinda a las personas un nivel básico de bienestar o estabilidad, y la gente común se abstiene de interferir en los asuntos del estado, o incluso de interesarse por ellos”.

A partir de 2014, señala Kolesnikov,  el bienestar fue reemplazado por algo similar a “hacer que Rusia vuelva a ser grande”, pero el público en general aún debía hacer una sola cosa: mantenerse al margen de los asuntos de las élites. Movilizarse en apoyo del gobierno y la bandera, y ahora, además, en apoyo de las “hazañas” militares.

“Ya no basta con guardar un silencio desmovilizado; la gente debe pregonar su apoyo al régimen, ya sea organizando a los niños pequeños en los jardines de infancia con la forma de la letra Z (el símbolo de la «operación especial»), impartiendo lecciones en las escuelas sobre cómo combatir las «noticias falsas» sobre las acciones de Rusia, o alentando estudiantes y profesores a denunciarse entre sí por cualquier expresión de oposición a la guerra…También se requiere el odio al enemigo, sin motivación y sin pensar. Esto se aplica no solo al enemigo externo, sino también al enemigo interno…La lealtad debe ser demostrada. Esta es una señal de un buen ciudadano, o más bien, un buen súbdito”

Por su parte, Dahrendorf, había advertido que la guerra está invariablemente integrada en este tipo de régimen totalitario como la culminación inevitable de su desarrollo.

En su libro Modern Conflict, Dahrendorf sentenciaba: “El totalitarismo es pura destrucción. Por eso es grande la tentación de mirarlo en términos de psicopatología. Los líderes totalitarios llevan a sus naciones al suicidio colectivo, habiendo asesinado a muchas otras en el camino. Es importante notar el elemento de masoquismo, de autodestrucción en la tentación que combina la esperanza extravagante con la sumisión total”

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