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EEUU: ¿Se podrá recuperar el tiempo perdido sin atender a Centroamérica y el Caribe?

FA/CMR

Tras semanas de tensión en El Salvador, Venezuela, Nicaragua y Haití, la  Casa Blanca debe voltear la mirada y la atención para concentrarse en Centroamérica y el Caribe, una región convulsa y cambiante, hacerlo con el compromiso y la exhaustividad y no la indiferencia, o atención limitada, de las gestiones, tanto de republicanos como de demócratas, que  antecedieron al gobierno de  Joe Biden.

Como lo señala Patrick Ventrell, director de política centroamericana del Departamento de Estado estadounidense, en un artículo escrito por Lara Jakes y publicado por The New York Times: “La tendencia clara es que a lo largo del tiempo hemos estado muy preocupados por las instituciones democráticas”.

Más de la mitad de los siete países que conforman Centroamérica enfrentan desafíos a sistemas de gobierno elegidos de manera libre.

Pero la influencia de Estados Unidos comenzó a disminuir en la región durante la última década, a medida que la atención se dirigía hacia la lucha contra el terrorismo en Medio Oriente y regresaba solo cuando Rusia y China se involucraban en el financiamiento de proyectos y ofrecían respaldo político u otros apoyos.

Como señalaba Moisés Naim, en una interesante pieza de opinión en el diario El País de Madrid: “En Guatemala, El Salvador y Honduras viven cerca de 34 millones de personas. En Latinoamérica y el Caribe hay 658 millones de habitantes. Los problemas de estos países centroamericanos son enormes. Los del resto de América Latina son aún más graves..en estos tiempos ignorar las crisis latinoamericanas puede resultar más oneroso de lo que fue en el pasado”.

Ryan C. Berg, investigador principal y académico en el programa de las Américas en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, citado por The New York Times, dijo que Estados Unidos “dio por descontada a América Latina durante décadas como una fuente de estabilidad y fortaleza. Olvidamos construir sobre los movimientos democráticos incipientes y que habrían podido canalizar parte de la ira social que estamos viendo ahora y que se traduce en levantamientos, en combatir la corrupción, en poder ofrecer a la gente beneficios socioeconómicos tangibles. No entendemos la región de la misma manera en que solíamos hacerlo”

Venezuela, Nicaragua, El Salvador, continúan siendo motivos de preocupación y mostrando cómo se terminan derrumbando con facilidad todo vestigio de las instituciones que soportan la democracia.

Como ha mantenido Steven Levitsky:  la democracia también muere a través de gobiernos electos. En América Latina son gobiernos elegidos, con los mecanismos de la democracia, los que a veces tumban la democracia.

La democracia nicaragüense se ha deteriorado durante algún tiempo, pero la trayectoria dictatorial del país centroamericano está ahora más visible que nunca. El régimen del presidente Daniel Ortega ha detenido a rivales elegibles, previo a las próximas elecciones, ha iniciado una ofensiva contra los medios de comunicación y ha expulsado a periodistas. Algunos temen que El Salvador vaya en la misma dirección. Nayib Bukele, el presidente populista y autoritario, es un buen ejemplo. Por su parte, el presidente de Honduras está acusado de participar en el tráfico internacional de drogas

En Haití se ha cometido un magnicidio y aún se desconoce a los verdaderos culpables mientras el poder se disputa entre varios actores políticos.

En Cuba, ocurrió lo que no se creía posible, que la población tomara las calles en protesta tras más de 62 años de dictadura, ahora cuando el liderazgo de Miguel Díaz Canel luce más débil que la sucesión Castro.. 

Las tendencias democráticas tampoco son alentadoras en los vecinos Guatemala y Honduras.

Comparto la opinión de Moisés Naim cuando refiere que: “​​La crisis de Centroamérica, sin duda, necesita ser atendida. Pero atender la crisis centroamericana no puede ser a expensas de ignorar la crisis latinoamericana”

El mes pasado en la Universidad Centroamericana en San Salvador, Samantha Power, administradora de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, señaló: “Seamos honestos: las democracias son frágiles. Lo reconozco absolutamente”. Por eso, dijo Power, “es tan importante luchar contra la corrupción, luchar contra el comportamiento autocrático en cualquier lugar en el que ocurra, porque estas acciones pueden crecer con rapidez para amenazar la estabilidad, amenazar la democracia, amenazar la prosperidad”.

Esperamos que la asertividad sea el signo unívoco de que Biden supo orientar la mirada y ubicar el objetivo en la brújula hacia la región, a tiempo.

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