En su editorial del 16 de julio, César Miguel Rondón destaca que Venezuela se ha vuelto, para muchos, un fastidioso ritornello. Las noticias que llegan pasan de malas a peores y cuando no se puede esperar nada peor retornamos a otra mala noticia. Nuestros migrantes golpeados, como todos, en distintos rincones del mundo, pasan de un día a otro de la escasez a la miseria.

A muchos se les ve en plazas, esquinas, como antes, otros, que llegaron de África o de Europa del Este a Madrid, Roma, París. Ignorarlos, evitar sus miradas, parece ser la consigna, apurar el paso, hacerles invisibles. Esta mañana revisando noticias, no pude evitar sentir un profundo dolor, al ver las imágenes de venezolanos en el suelo de Barajas, en las puertas del aeropuerto madrileño, esperando una opción posible para su regreso. Improvisando entre carros de cargar maletas un espacio para delimitar lo poco que queda de sus esperanzas.

Leer en la prensa bogotana, cómo en las mañanas pasan por las barriadas pudientes, venezolanos gritando a las ventanas los buenos días y pidiendo algo con qué poder resolver unas horas más.

El presentador agrega que no puedo evitar recordar los gritos y cantos de los amoladores, temprano cerca de casa, cuando era niño. Muchos de ellos venezolanos que lo aprendieron de sus abuelos gallegos.

Luego, el presentador cita un texto del periodista español Juan Cruz.

«Un día llegó a casa uno de aquellos emigrantes. Era mi tío Tomás, manejaba un camión de Leche Carabobo, en Colinas de Bello Monte, una de las direcciones que yo ponía en los sobres aéreos de aquellas cartas tristes. Miró adentro de la cocina, petróleo, oscuridad; al día siguiente hizo que llegara una cocina de gas, era una novedad tal en el barrio que había que aprender para darle fuego. A las otras casas empezó a serles Venezuela igual de propicia, y se alivió aquel tiempo de estupor y de estraperlo. En una casa de El Hierro vi, algunos años después, una casa alta y estrecha construida por emigrados; decía en el frontis, escrito para siempre: Gracias Venezuela»

Gracias Venezuela. Hoy es gracias, España. Acoge a los nuestros como lo hicieron con los tuyos. Y la próxima vez que pases al lado de un venezolano, no le ignores. Tu pasado y su futuro se han limado con la misma piedra. La piedra del amolador.

 

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