Categorías: CÉSAR MIGUEL RONDÓN

Una historia “non santa”

CMR/FA

A principios de esta semana, una investigación del Vaticano reveló que el difunto Papa, Juan Pablo II, pasó por alto las acusaciones de abuso sexual contra el excardenal, Theodore McCarrick. El año pasado, el Papa Francisco expulsó a McCarrick, un ex arzobispo de Washington, DC, después de que un juicio lo declarara culpable de abusar sexualmente de menores. Ahora, un informe explosivo de más  400 páginas ha encontrado que no sólo el Papa Juan Pablo II, sino los Papas Benedicto y Francisco, los obispos y cardenales minimizaron y rechazaron las acusaciones en su contra. Y en cambio, permitieron que McCarrick ascendiera en las filas. 

Según lo recoge el diario El Tiempo y Associated Press, el 16 de febrero del 2019, el ex cardenal y arzobispo emérito de Washington Theodore McCarrick perdió  su condición clerical sancionado con el máximo castigo en el derecho canónico.

Pero ¿quien era este clérigo, con 88 años de carrera, reconocido en la Iglesia Católica?

McCarrick, nació en Nueva York y desde niño sirvió como monaguillo.Fue ordenado sacerdote en mayo de 1958 en Nueva York y tres años más tarde recibió un doctorado en sociología de la Catholic University of America, que se sumó a su licenciatura en Filosofía y Letras y a su maestría de Artes en Teología. Después de ocupar el puesto de rector en la Universidad Católica de Puerto Rico y de ser nombrado en 1977 por el papa Pablo VI como obispo auxiliar de Nueva York, se convirtió en noviembre de 1981 en obispo de Metuchen, New Jersey.

Justamente en esa población, también inició McCarrick su carrera como pedófilo.Uno de ellos, el seminarista Robert Ciolek, contaba en julio del 2019, a The New York Times, cómo el obispo viajaba con él y lo elegía para compartir una habitación con una sola cama, pidiéndole al inicio que masajeara sus hombros para cambiar de solicitud y demandas.

Otro seminarista, James Grein, contó al mismo diario, tras guardar silencio por más cuarenta años que McCarrick abusó de él cuando tenía once años de edad, y lo hizo con otros seis seminaristas. Pero James ocultó la situación a su familia que encontraba, encantadoras, las postales que el obispo, muy cercano a la familia, le enviaba a James.

Postales que lucían inocentes pero guardaban mensajes claves.

“Se acerca el momento de tu visita al este», le escribió McCarrick a Grein cuando estaba en el internado en Woodside Priory School de California a fines de la década de 1970. «Llamaré a tu casa uno de estos días para ver qué arreglaron». Firmaba «Los quiero mucho, tu tío, el padre Ted».

“Querido Jimmy: ¿Cómo va todo? No he podido hablar con mi familia de California últimamente, pero espero poder verte pronto. Tal vez muy pronto. Mis cariños para todos. Padre Ted”.

Lo insólito es que hasta el 2018, estas acusaciones que se empezaron a recoger en 1988, no afectaron su carrera.

McCarrick fue nombrado cardenal por Juan Pablo II y participó en el cónclave de abril de 2005 en el que fue elegido pontífice Benedicto XVI. Fue arzobispo de Washington entre 2000 y 2006 y se convirtió en uno de los hombres más influyentes de la Iglesia católica en Estados Unidos

En 2000 recibió el premio Eleanor Roosevelt de derechos humanos de manos del presidente de EEUU,  Bill Clinton y fue nombrado Oficial de la Orden de los Cedros del Líbano. (FOTO ENVIADA A GRUO POR WHATSAPP)

McCarrick, se desempeñaba desde 2006, tras cumplir la edad para la jubilación, como cardenal arzobispo emérito de Washington. 

Pero, ¿cómo se puede excusar que el Papa Juan Pablo II, quien sabía de las acusaciones en su contra, le haya dado un ascenso?. Fue Benedicto XVI quien le exigió su renuncia, pero fue

Francisco I quien lo removió del clero en el 2019. Sin embargo, no ha sido legalmente procesado

McCarrick, como todo depredador sexual lo hace, en un correo electrónio enviado al Vaticano enel 2008, negó haber tenido relaciones sexuales con nadie, pero admitió que «una desafortunada falta de criterio» hizo que compartiese su cama con otros hombres.

La discusión ha pasado ahora a ser si el Papa Juan Pablo II, canonizado como santo en el 2014,  y quien sabía de sus delitos, debería ser considerado un santo, o se debería instruir un caso en su contra. 

De nuevo, somos testigos de un juego de poder, pero la pregunta debería ser ¿cómo se restituye la dignidad, la inocencia y la paz de los hombres a los cuales un representante de la Iglesia durante tantos años respaldado por ésta, violó ? ¿Cómo se puede confiar de nuevo, si  las autoridades de la Iglesia Católica prefirieron ser cómplices de tamaño delito antes que confrontar la verdad?

 

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