En una encuesta de la CNN realizada en abril de este año, cerca de un 26 por ciento de los estadounidenses que la respondieron señalaron que no tenían ninguna intención de vacunarse. Eso es un gran problema, dado que una vacunación prácticamente universal es la única manera fiable de ponerle fin a la pandemia del COVID-19.
Parte de las razones por las que muchos no acceden a vacunarse es por la existencia de teorías conspirativas. Para quienes las creen, el verdadero peligro no es el COVID-19, sino que Bill Gates está utilizando las vacunas para implantar microchips en nuestros cerebros.
El doctor epidemiólogo Julio Castro abordó el tema en el programa En Conexión, conducido por César Miguel Rondón.
“Hay que diferenciar entre las personas que tienen una filosofía antivacuna, que son muy difíciles de convencer porque hay una estructura de personalidad en eso. Por ejemplo, las personas antivacunas piensan que la tierra es plana y el humano nunca llegó a la luna. En general, tienen una estructura y una personalidad conspirativa en todos los ámbitos de su vida y eso es difícil cambiarlo. Otro grupo de personas, probablemente el más importante, lo que tiene es desinformación o información cruzada que les hace tener miedo a las vacunas”, dijo el doctor.
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Para Castro esto sucede porque la cantidad de información que se difunde por redes sociales.
“No todo el mundo tiene la capacidad de depurar la información que es válida y la que no lo es. Hay personas que se llenan de información basura que termina confundiendo a la persona. Es una estructura donde se junta la desinformación y el mecanismo de difusión de información antivacuna”, añadió.
Se ha descubierto que la información antivacunas se expande en el mundo a partir de 12 nodos de información que están identificados.
“Los movimientos antivacunas en el mundo han tenido financiamiento de diferentes organismos e instituciones. Lamentablemente la ciencia formal le ha dado cabida a estos movimientos antivacunas. El principal impulsado del movimiento antivacunas del siglo XX fue un gastroenterólogo inglés que publicó en una revista muy famosa que había una relación entre el autismo y la vacuna de sarampión. Luego se demostró que esa investigación fue un invento y que había recibido dinero para hacerla. Esto demuestra que hay una estructura antivacuna en el mundo que tiene financiamiento y que intenta confundir a la población”, destacó Castro.
El epidemiólogo afirmó que las motivaciones del movimiento antivacuna no son religiosas.
“Es difícil entender los argumentos que no tienen una base científica. La desinformación ligada al miedo es una herramienta muy potente. Hay que admitir que los gobiernos y los científicos no han informado bien los beneficios de las vacunas. Los efectos secundarios son reales y mucha gente se escuda en el miedo. La estrategia de la información de verdadera debe desmontar el mito de los antivacunas”, puntualizó Castro.
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