CMR/FA
Apenas empezamos a organizar los materiales noticiosos para nuestro programa radial matutino, nos impactó mucho conocer que se acababa de producir un atentado con arma blanca en la entrada de la Catedral de Niza, la iglesia de Notre Dame.
Personas que asistían a la iglesia en horas tempranas, para dar inicio a sus oraciones matutinas y simples transeúntes, fueron atacadas, a sangre fría de una forma atroz.
Las víctimas son una mujer de 70 años, decapitada; un hombre de 45 años, sacristán de la iglesia, degollado; otra mujer de 30 años, que recibió varias puñaladas y murió en un bar cerca de la iglesia. Esto como parte de una secuencia de hechos que, según Le Monde, desnudan “la locura criminal y la barbarie yihadista que comenzó antes del toque de queda y ha continuado agravándose en vísperas del segundo confinamiento”.
El 25 de septiembre pasado, un pakistaní refugiado en París atacó con cuchillos e intentó asesinar a varias personas a las puertas de la antigua redacción del semanario Charlie Hebdo, que fuera objeto de un tiroteo el 7 de enero de 2015, donde doce personas murieron.
El 16 de este mismo mes de octubre, un yihadista ruso-checheno decapitó a Samuel Paty, un profesor a la puerta de su escuela, en Conflans-Saint-Honorine, una pequeña localidad de 35.000 habitantes ubicada a 50 km de París. El profesor de historia y geografía había mostrado en clase una caricatura de Mahoma para hablar de libertad de expresión.
Según Euronews, tras conocerse el ataque en Niza de hoy, la Policía «neutralizó» en Aviñón a otro hombre que gritaba «Alá es grande», armado con un cuchillo y con la intención de apuñalar a los viandantes.
El alcalde de Niza,Christian Estrosi, dijo «Confirmo que todo parece sugerir que se trata de un atentado terrorista, a las puertas de la basílica de Notre-Dame. Todo parece sugerir que se trata de un crimen, obra de un criminal fascista yihadista. No paró de gritar Alá es grande mientras los servicios de seguridad lo intentaba neutralizar».
Daniel Conilh, un camarero de una cafetería ubicada cerca de la iglesia, contaba a AFP, que una señora fue al establecimiento, directamente desde la iglesia y les dijo ‘Corran, corran, hay alguien que atacó (con cuchillo), va a haber disparos, hay gente muerta'»
Quien lo cuenta agrega: «Ya viví el 14 de julio (2016). Sé lo que es, trabajaba a lado»
Se refería al ataque de Mohamed Lahouaiej-Bouhlel, un tunecino de 31 años, quien arremetió con un camión contra una multitud de niños, familias y turistas que celebraban la fiesta nacional francesa, causando la muerte de 86 personas, antes de que la policía lo matara a tiros.
Francia se encontraba en nivel de «riesgo de atentado«, el segundo más elevado, que no tiene limitación en el tiempo y que permite reforzar la seguridad en lugares sensibles, antes de que ocurriera este nuevo hecho, ahora sitúa su nivel de vigilancia terrorista en el nivel «urgencia atentado«, el máximo de la escala, previsto para momentos de riesgo de amenaza terrorista «inminente» o después de que se produzca un ataque.
Se trata de fanatismo religioso extremo, que reduce el islam a una identidad o a una ideología enfrentada con otras identidades e ideologías, transformando en un fin lo que no es sino un medio para la liberación personal y colectiva, según argumentan estudiosos del fenómeno.
Vivir en comunidad significa practicar eso que llamamos, la confianza social, que es una fe generalizada en las personas que nos rodean, en el vecino, el que se cruza en nuestro camino.No podemos vivir en paz pensando que el otro viene a exterminarnos. Asesinar a mansalva a ciudadanos inocentes es atroz, aberrante, no tiene justificación, pero lo más grave, es que mina esa confianza, una base indispensable de la sociedad y también, de la democracia.
