De acuerdo a las últimas estimaciones, más de un millón de migrantes venezolanos han llegado a Perú. Este es el segundo país de destino para los migrantes, luego de Colombia, y lidera la lista de naciones que acogen más solicitantes de asilo.
Si bien Perú ha abierto las puertas para la llegada de los venezolanos, no facilita su inclusión en la sociedad. Los refugiados se enfrentan a un conjunto de barreras legales, administrativas y prácticas que entorpecen su inclusión económica; los orilla a trabajar en empleos informales y, en algunos casos, a sufrir explotación y abuso.
Con la llegada del coronavirus, la situación, ya complicada, se exacerbó. El atroz golpe al crecimiento económico de Perú, pronosticado a caer un 14 % este año; la ya vulnerable situación de los venezolanos se complicó y condujo a muchos de ellos a un estado de precariedad extrema, incertidumbre alimentaria, desalojo y desamparo.
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Testimonio de uno que refleja la realidad de muchos
Tras perder su trabajo en junio, a raíz de la pandemia, Lilia Gutiérrez empezó a vender de forma ambulante mascarillas y «todo lo que encontraba». Esto para mantener a sus dos hijos menores que, como ella, carecen de papeles legales en Perú, según relató a Efe.
Ahora, bajo el arco que da entrada al Barrio Chino, en el centro histórico de Lima, la joven se instala de las siete de la mañana a las diez de la noche con un carro lleno de artículos navideños; junto con sus dos hijos, que la acompañan en las largas e incesantes jornadas de trabajo.
«Comemos en la calle, de lunes a lunes», pues «vivo de eso, del día a día» y aunque «no me gusta trabajar en la calle, tengo que hacerlo», lamentó la mujer.
Madre e hijos emprendieron en 2018 el viaje para salir de Venezuela en busca de, al igual que muchos migrantes, «una mejor situación económica» y se instalaron en el distrito limeño de San Juan de Lurigancho, Perú..
